Anita:
Mamá, te he pedido que no te metas más en mi vida, soy yo la que he tomado
una decisión, no lo soporto ni un minuto más.
Madre:
Un marido, no es algo que puedas comprar en una farmacia, y además, no te
olvides que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
Anita:
Pero es que ahora me doy cuenta que tampoco lo conozco.
Madre:
Hija, el hombre es un animal de costumbre y a veces, los animales corcovean.
Anita:
Me cansé, no tengo por qué aguantar sus niñerías, quién se ha creído que es.
Madre:
Puede ser que también, tú tengas algo de culpa.
Anita:
¿Y ahora, de que lado estás?
Madre:
Nunca dudes de mi posición, lo que estoy tratando de evitar, es el tener a
una hija pasando por una crisis indefinida y después, hasta
arrepentida.
Anita:
De eso, jamás, no me puedo arrepentir de haber roto las cadenas que me atan
a un pasado a un hombre egoísta, a un vivir sin penas ni glorias, a,
figúrate, que es tan poco lo que recuerdo como grato, que nada de ello,
echaré de menos.
Madre:
Bueno, veo que ya has tomado una determinación, y cómo piensas que quedará
tu situación económica. No te olvides que el estatus de divorciada, si no
viene unido a una buena cuenta en el banco, no tienen ningún sentido.
Anita:
Ay, mamá, hace unos minutos me exigías que lo perdonara, y ahora me
pides que lo esquilme vivo
Madre:
Antes hablaba de mi yerno, ahora debo pensar en mi hija y mis nietos.
Anita:
No cambias, mamá, eres un caso serio.
Madre:
Acaso hay algo más serio que un divorcio.
Yo no te
puedo hablar con ejemplos, ya que el finado de tu padre se fue, antes de
haber llegado a una crisis como la tuya.
Anita:
Ah, pero tuviste diferencias, también con mi padre
Madre:
Qué crees, que los hombres son diferentes, nada de eso todos ellos son
iguales. Apenas ven una falda un poco corta o un vestido escotado, y sus
infantiles deseos de ser amamantados pasan a ser su prioridad número uno.
Debes entender, que los han educado en una sociedad machista, donde
pareciera que todas las mujeres pertenecemos a su harén particular. Los
hombres todos, son un paquete de ilusos, no pueden ni con una y se creen
capaces de satisfacerlas a todas.
Anita:
Para ser franca mamá, mi marido no tiene ese problema.
Madre:
¿Qué, acaso también es impotente?
Anita:
Nada que ver, es todo lo contrario.
Madre:
No me digas ahora, que tengo una hija tonta.
Anita:
Tonta, ¿por qué?
Madre:
Cómo se ve que no estas al tanto de las estadísticas.
Anita:
Y qué tienen que ver las estadísticas con mi matrimonio o con mi
inteligencia
Madre:
Mucho, imagínate, de cada ocho habitantes del globo, siete son mujeres.
Anita:
Sigo sin entenderte.
Madre:
Hija, pero si está más claro que el agua.
Anita:
Yo lo que veo, es que el agua está turbia
Madre:
Hija, de los pocos hombres que hay en el mundo en comparación con el número
de mujeres, casi la mitad de ellos, o son impotentes, sufren de eyaculación
precoz, o son afeminados según lo que me dices a ti te tocó uno de los muy
pocos hombres completos que quedan fuera de las estadísticas, y lo vas a
dejar ir.
Anita:
La vida, no puede ser regida por estadísticas, también existen sentimientos.
Madre:
Ya ves, tu misma lo dijiste.
Anita:
Qué dije ahora
Madre:
Sentimientos: lo mismo que decir: sin- ti- miento.
Por eso
creo que debo decirte algo que Maimónides dijo: que hay que aceptar la
verdad sin importar de donde venga
Anita:
¿Y a qué viene eso?
Madre:
Que en este preciso momento, yo soy tu verdad.
Anita:
Ah, eso es bueno de saberlo, pero sigo sin entender
Madre:
Me tienes que dar un voto de confianza, no te olvides que la experiencia es
aquello que llamamos la acumulación de nuestros errores.
Anita:
Ahora me salió una madre filósofa. Mamá, por qué no vamos al grano, y me
dices lo que quieres de una sola vez.
Madre:
La presión de la competencia nos fuerza a creer que un obstáculo que se nos
presenta es un simple problema a eliminar y al llegar una crisis, no dudamos
en inventarlo o en fabricarlo.
Anita:
Mamá, tú me enseñaste que si ya voy a hacer algo malo, por lo menos que lo
disfrute.
Madre:
Quiere decir que hay otro hombre.
Anita:
El mundo está lleno de hombres
Madre:
Me preocupa el tuyo, ése, como está
Anita:
No sé porque me lo preguntas, ¿acaso parezco una mujer de mundo?
Madre:
Nosotras las mujeres somos demasiadas ostentosas, el glamour femenino nos ha
obligado a exhibir lo mejor que tenemos, pero la misma necesidad de la que
he estado hablando anteriormente, nos ha enseñado que en cuestiones de
hombres, seamos discretas. Por lo tanto cuándo debo opinar de la seriedad de
una mujer y en especial de mi hija, lo mejor que puedo hacer, es abstenerme.
Anita:
Ay mamá, pareciera que no me conoces.
Madre:
La necesidad de un hombre hace que una mujer a veces cometa errores, que
pasan a ser parte de su pasado y después, no puede desprenderse de esos
recuerdos
Anita:
¿Cómo se llamaba?
Madre:
¿Quién?
Anita:
No te hagas
Madre:
Ten un poco más de respeto
Anita:
Mamá, me pides que me sincere contigo, y lo primero que me demuestras, es lo
poco que en mi confías, no crees que es un doble mensaje.
Madre:
Eres una..., me duele como eres, pero también me agrada, me veo en ti y
siento que has sido mi mejor obra.
Anita:
Gracias, es el primer piropo que te oigo.
Madre:
No es verdad, siempre has sido lo mejor de mi vida, te veo y me doy
cuenta que, yo hubiera querido ser como tú
Anita:
No me has contado todo
Madre:
¿A qué te refieres?
Anita:
Hablaste de la primera vez, pero no del reencuentro.
Madre:
De nuevo me sorprendes
Anita:
De tal palo tal astilla
Madre:
Es verdad, fue durante los meses que tu padre por motivos de su enfermedad,
no se podía ocupar de mi. El recuerdo del pasado mantenía en mí un fuego
imposible de apagar y la misma situación me servía de excusa.
Anita:
Qué hiciste.
Madre:
Con un deseo basado en el recuerdo y el retumbar de una conciencia que me
empujaba a no rendirme, traté de revivir el sueño, como para aliviar mi
doble pena.
Anita:
Sigue, está sumamente emocionante, y que más hiciste.
Madre:
Cálmate, esta es mi vida, no es una novela y los actores carecen de
sentimientos, cada palabra, cada recuerdo, está bloqueado y aunque no lo
creas, me cuesta hablar de ello.
Anita:
Te entiendo, mamá.
Madre:
No puedes, ni yo misma sé que es lo que estoy haciendo, pensé que este
secreto lo llevaría a mi tumba, jamás me imaginé que se lo contaría a mi
propia hija. Aunque no lo creas, me da vergüenza.
Anita:
No es vergüenza, es algo que no se describir y que me está sucediendo
también a mí. Creo que no te debo contar y sin embargo, al hacerlo siento
que un gran peso ya no me está matando. Es como una sensación de alivio
es...una.
Madre:
Te comprendo. Cuándo tengas mi edad, entenderás que una madre sufre con el
sufrimiento de una hija, más que ella misma.
Anita:
Entonces quieres decir que yo no tengo que sufrir, que con que tú lo hagas,
es suficiente.
Madre:
No, el sufrimiento no es algo que se pueda traspasar, es una propiedad
intransferible, pero en si afecta, a todo el condominio, a unos
más que otros.
Anita:
No me cambies el tema, cuéntame, cómo y cuándo lo encontraste, y cuántas
veces más te acostaste con él, dime ¿fueron muchas?
Madre:
Eres un ser contradictorio
Anita:
Por qué lo dices
Madre:
Según me cuentas, tienes al hombre que te hace ver las estrellitas y lo vas
a dejar ir, y te emociona el tema del sexo tanto o más que a mí
Anita:
Vamos, no te hagas rogar, dime, cuéntame, cómo pasó, ah, y antes que nada,
quiero saber si aún te sigues viendo con él.
Madre:
En eso somos todas ilusas, cuando me tuvo, cuando me enseñó lo que valía y
se pudo recrear con mi sumisión, se vengó.
Anita:
Tuvo el coraje de golpearte.
Madre:
Peor aún, los hombres, no perdonan, no golpean, asestan sólo un golpe
mortal.
Anita:
¿Qué hizo dime, qué pasó?
Madre:
Sabía que tu padre estaba enfermo, que no lo podía dejar a solo en sus
últimos momentos, con todo y eso, me exigió que lo dejara, quería que me
fuera con él.
Anita:¿Y
tu, lo querías?
Madre:
Cuándo me hizo suya, fue para siempre.
De regreso al taxi y al tráfico ocasionado por las
reparaciones, una mujer en plena calle, grita, para que la socorran, está
a punto de dar a luz. Pide a gritos que llamen a una ambulancia y al ver el
taxi así detenido en plena cola, sin consultar y sin tomar en cuenta que se
encontraba ocupado, se introduce en él, esperando que la socorran.
Parturienta:
Una ambulancia, ¡por favor!, llamen a una ambulancia.
Que vengan los
paramédicos! ¡Voy a dar a luz!
Albert:
En esta ciudad se ve de todo, es increíble, una mujer va a dar a luz en
plena calle
Chofer:
Ay no, Dios mío, no la deje que se suba al taxi.
Parturienta:
Ya no aguanto, por favor, ayúdenme señor.
Chofer
Oiga señora, esto es un taxi, no un hospital. Nosotros no somos médicos
Albert
Usted, no lo será, pero yo, menos.
Parturienta:
Estaciónese a un lado, mientras llegan los paramédicos por favor.
Chofer
Señora, acabo de retapizar mi automóvil, me lo va a manchar
Albert
Eso, no es muy americano que se diga, creo que le fluyó el italiano
Parturienta:
Ya viene, ya viene, ¡ayúdenme!
Chofer
Señora, espere un poco más hasta que llegue un médico
Albert
Mire, amigo, despreocúpese, este tiempo lo estoy pagando yo, quédese
tranquilo. Además si ya le han comenzado las dilataciones, no
hay forma de cómo detener el nacimiento del niño.
Chofer
Y usted cómo sabe que es un niño
Parturienta:
No es niño, es niña
Albert
Lo importante ahora sería que los médicos llegaran a tiempo
Parturienta:
Ya viene, ya viene, lo siento venir, por favor ayúdenme
Albert
Señora, no me patee
Chofer
Mi taxi, Dios mío, mi pobre auto.
Parturienta:
Ay, ay, ay, ya no aguanto más
Chofer
Hoy no es mi día de
suerte, primero me encuentro con un hombre que está completamente
desesperado y ahora, una loca, que en vez de irse a un hospital, quiere
parir en mi taxi. Mi horóscopo me lo decía, que iba a ser un día donde
encontraría nuevas amistades llenas de sorpresas. Sorpresas, maldiciones. No
me tocó el loto, hoy tuve la suerte de ser el único estúpido que por querer
ganar un par de dólares fáciles, se mete en este berenjenal. Lo tengo bien
merecido
Albert
Señora, usted no cree que pudiera aguantarse unos minutos más, la ambulancia
ya no debe tardar, seguro que ya están por llegar
Parturienta:
Otra contracción, ya viene, ya viene.
Chofer
Ve, señora, ya se escucha la sirena, ojala y no sea la policía
Albert
No, son los paramédicos, creo que nos salvamos.
Parturienta:
No aguanto, no aguanto más.
Doctor:
Muy bien, desocupen el taxi, nosotros nos haremos cargo. Ah, por favor,
despejen el área.
Albert
Vamos, vamos, circulen, circulen, no hay nada que ver, el show ya terminó
Chofer
Obedezcan a la autoridad, caminen, caminen de una vez.
Albert
Dr. Cómo va eso, necesitan ayuda.
Doctor.
Ya está, es una hermosa bebita, la situación está completamente controlada.
Gracias
Albert
tuvimos una bebita, todo está bien
Chofer
claro, como el taxi no es suyo, a usted eso, no le importa, a mí si y ahora
perderé mi día de trabajo, encima, tendré que ir al taller para que lo
limpien.
Albert
No se preocupe, yo lo acompañaré.
Chofer
Y eso por qué.
Albert
Amigo, hoy me siento feliz, este accidente no fue casual, ver de tan cerca
un nacimiento me ha enseñado que en esta vida, hay otros valores.
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