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Samuel Akinín La fuerza de una conversación

LA FUERZA

DE

UNA

CONVERSACIÓN

Obra para Teatro  ligero

De Samuel Akinín

 

   La fuerza de una conversación por Samuel Akinín continua aquí: hoja-1; hoja-2; hoja-3; hoja-4;

Anita:   Mamá, te he pedido que no te metas más en mi vida, soy yo la que he tomado una decisión, no lo soporto ni un minuto más.

Madre: Un marido, no es algo que puedas comprar en una farmacia, y además, no te olvides que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Anita:   Pero es que ahora me doy cuenta que tampoco lo conozco.

Madre: Hija, el hombre es un animal de costumbre y a veces, los animales corcovean.

Anita:   Me cansé, no tengo por qué aguantar sus niñerías, quién se ha creído que es.

Madre: Puede ser que también, tú tengas algo de culpa.

Anita:   ¿Y ahora, de que lado estás?

Madre: Nunca dudes de mi posición, lo que estoy tratando de evitar, es el tener a una hija pasando por una crisis             indefinida y después, hasta arrepentida.

Anita:   De eso, jamás, no me puedo arrepentir de haber roto las cadenas que me atan a un pasado a un hombre egoísta, a un vivir sin penas ni glorias, a, figúrate, que es tan poco lo que recuerdo como grato, que nada de ello, echaré de menos.

Madre: Bueno, veo que ya has tomado una determinación, y cómo piensas que quedará tu situación económica. No te olvides que el estatus de divorciada, si no viene unido a una buena cuenta en el banco, no tienen ningún sentido.

Anita:   Ay, mamá, hace unos minutos me exigías que lo perdonara, y     ahora me pides que lo esquilme vivo

Madre: Antes hablaba de mi yerno, ahora debo pensar en mi hija y mis nietos.

Anita:   No cambias, mamá, eres un caso serio.

Madre: Acaso hay algo más serio que un divorcio.

            Yo no te puedo hablar con ejemplos, ya que el finado de tu padre se fue, antes de haber llegado a una crisis como la tuya.

Anita:   Ah, pero tuviste diferencias, también con mi padre

Madre: Qué crees, que los hombres son diferentes, nada de eso todos ellos son iguales. Apenas ven una falda un poco corta o un vestido escotado, y sus infantiles deseos de ser amamantados pasan a ser su prioridad número uno. Debes entender, que los han educado en una sociedad machista, donde pareciera que todas las mujeres pertenecemos a su harén particular. Los hombres todos, son un paquete de ilusos, no pueden ni con una y se creen capaces de satisfacerlas a todas.

Anita:   Para ser franca mamá, mi marido no  tiene ese problema.

Madre: ¿Qué, acaso también es impotente?

Anita:   Nada que ver, es todo lo contrario.

Madre: No me digas ahora, que tengo una hija  tonta.

Anita:   Tonta, ¿por qué?

Madre: Cómo se ve que no estas al tanto de las estadísticas.

Anita:   Y qué tienen que ver las estadísticas con mi matrimonio o con mi inteligencia

Madre: Mucho, imagínate, de cada ocho habitantes del globo, siete son mujeres.

Anita:   Sigo sin entenderte.

Madre: Hija, pero si está más claro que el agua.

Anita:   Yo lo que veo, es que el agua está turbia

Madre: Hija, de los pocos hombres que hay en el mundo en comparación con el número de mujeres, casi la mitad de ellos, o son impotentes, sufren de eyaculación precoz, o son afeminados según lo que me dices a ti te tocó uno de los muy pocos hombres completos que quedan fuera de las estadísticas, y lo vas a dejar ir.

Anita:   La vida, no puede ser regida por estadísticas, también existen sentimientos.

Madre: Ya ves, tu misma lo dijiste.

Anita:   Qué dije ahora

Madre: Sentimientos: lo mismo que decir: sin- ti- miento.

            Por eso creo que debo decirte algo que Maimónides dijo: que hay que aceptar la verdad sin importar de donde venga

Anita:   ¿Y a qué viene eso?

Madre: Que en este preciso momento, yo soy tu  verdad.

Anita:   Ah, eso es bueno de saberlo, pero sigo sin entender

Madre: Me tienes que dar un voto de confianza, no te olvides que la experiencia es aquello que llamamos la acumulación de nuestros errores.

Anita:   Ahora me salió una madre filósofa. Mamá, por qué no vamos al grano, y me dices lo que quieres de una sola vez.

Madre: La presión de la competencia nos fuerza a creer que un obstáculo que se nos presenta es un simple problema a eliminar y al llegar una crisis, no dudamos en inventarlo o en fabricarlo.

Anita:   Mamá, tú me enseñaste que si ya voy a hacer algo malo, por lo menos que lo disfrute.

Madre: Quiere decir que hay otro hombre.

Anita:   El mundo está lleno de hombres

Madre: Me preocupa el tuyo, ése, como está

Anita:   No sé porque me lo preguntas, ¿acaso parezco una mujer de mundo?

Madre: Nosotras las mujeres somos demasiadas ostentosas, el glamour femenino nos ha obligado a exhibir lo mejor que tenemos, pero la misma necesidad de la que he estado hablando anteriormente, nos ha enseñado que en cuestiones de hombres, seamos discretas. Por lo tanto cuándo debo opinar de la seriedad de una mujer y en especial de mi hija, lo mejor que puedo hacer, es abstenerme.

Anita:   Ay mamá, pareciera que no me  conoces.

Madre: La necesidad de un hombre hace que  una mujer a veces cometa errores, que pasan a ser parte de su pasado y después, no puede desprenderse de esos recuerdos

Anita:   ¿Cómo se llamaba?

Madre: ¿Quién?

Anita:   No te hagas

Madre: Ten un poco más de respeto

Anita:   Mamá, me pides que me sincere contigo, y lo primero que me demuestras, es lo poco que en mi confías, no crees que es un doble mensaje.

Madre: Eres una..., me duele como eres, pero también me agrada, me veo en ti y siento que has sido mi mejor obra.

Anita:   Gracias, es el primer piropo que te oigo.

Madre: No es verdad, siempre has sido lo mejor  de mi vida, te   veo y me doy cuenta que, yo hubiera querido ser como tú           

Anita:   No me has contado todo

Madre: ¿A qué te refieres?

Anita:   Hablaste de la primera vez, pero no del reencuentro.

Madre: De nuevo me sorprendes

Anita:   De tal palo tal astilla

Madre: Es verdad, fue durante los meses que tu padre por motivos de su enfermedad, no se podía ocupar de mi. El recuerdo del pasado mantenía en mí un fuego imposible de apagar y la misma situación me servía de excusa.

Anita:   Qué hiciste.

Madre: Con un deseo basado en el recuerdo y el retumbar de una conciencia que me empujaba a no rendirme, traté de revivir el sueño, como para aliviar mi doble pena.

Anita:   Sigue, está sumamente emocionante, y que más hiciste.

Madre: Cálmate, esta es mi vida, no es una novela y los actores carecen de sentimientos, cada palabra, cada recuerdo, está bloqueado y aunque no lo creas, me cuesta hablar de ello.

Anita:   Te entiendo, mamá.

Madre: No puedes, ni yo misma sé que es lo que estoy haciendo, pensé que este secreto lo llevaría a mi tumba, jamás me imaginé que se lo contaría a mi propia hija. Aunque no lo creas, me da vergüenza.

Anita:   No es vergüenza, es algo que no se  describir y que me está sucediendo también a mí. Creo que no te debo contar y sin embargo, al hacerlo siento que un gran peso ya no me está matando. Es como una sensación de alivio es...una.

Madre: Te comprendo. Cuándo tengas mi edad, entenderás que una madre sufre con el sufrimiento de una hija, más que ella misma.

Anita:   Entonces quieres decir que yo no tengo que sufrir, que con que tú lo hagas, es suficiente.

Madre: No, el sufrimiento no es algo que se pueda  traspasar, es una propiedad intransferible, pero en si afecta, a todo el             condominio, a unos más que otros.

Anita:   No me cambies el tema, cuéntame, cómo y cuándo lo encontraste, y cuántas veces más te acostaste con él, dime ¿fueron muchas?

Madre: Eres un ser contradictorio

Anita:   Por qué lo dices

Madre: Según me cuentas, tienes al hombre que te hace ver las estrellitas y lo vas a dejar ir, y te emociona el tema del sexo tanto o más que a mí

Anita:   Vamos, no te hagas rogar, dime, cuéntame, cómo pasó, ah, y antes que nada, quiero saber si aún te sigues viendo con él.

Madre: En eso somos todas ilusas, cuando me tuvo, cuando me enseñó lo que valía y se pudo recrear con mi sumisión, se vengó.

Anita:   Tuvo el coraje de golpearte.

Madre: Peor aún, los hombres, no perdonan, no golpean, asestan sólo un golpe mortal.

Anita:   ¿Qué hizo dime, qué pasó?

Madre: Sabía que tu padre estaba enfermo, que no lo podía dejar a solo en sus últimos momentos, con todo y eso, me exigió que lo dejara, quería que me fuera con él.

Anita:¿Y tu, lo querías?

Madre: Cuándo me hizo suya, fue para siempre.

 

                        De regreso al taxi y al tráfico ocasionado por las reparaciones, una mujer en plena calle, grita, para que la   socorran, está a punto de dar a luz. Pide a gritos que llamen a una ambulancia y al ver el taxi así detenido en plena cola, sin consultar y sin tomar en cuenta que se encontraba ocupado, se introduce en él, esperando que la socorran.

 

Parturienta: Una ambulancia, ¡por favor!, llamen a una ambulancia.       

Que vengan los paramédicos! ¡Voy a dar a luz!

Albert: En esta ciudad se ve de todo, es increíble, una mujer va a dar a luz en plena calle

Chofer:            Ay no, Dios mío, no la deje que se suba al  taxi.

Parturienta: Ya no aguanto, por favor, ayúdenme señor.

Chofer Oiga señora, esto es un taxi, no un hospital. Nosotros no somos médicos

Albert Usted, no lo será, pero yo, menos.

Parturienta: Estaciónese a un lado, mientras llegan los    paramédicos por favor.

Chofer Señora, acabo de retapizar mi automóvil, me lo va a manchar

Albert  Eso, no es muy americano que se diga, creo que le fluyó el italiano

Parturienta: Ya viene, ya viene, ¡ayúdenme!

Chofer Señora, espere un poco más hasta que llegue un médico

Albert  Mire, amigo, despreocúpese, este tiempo lo estoy pagando yo, quédese tranquilo. Además si ya le han               comenzado las dilataciones, no hay forma de cómo detener el nacimiento del niño.

Chofer Y usted cómo sabe que es un niño

Parturienta: No es niño, es niña

Albert  Lo importante ahora sería que los médicos llegaran a tiempo

Parturienta: Ya viene, ya viene, lo siento venir, por  favor  ayúdenme

Albert  Señora, no me patee

Chofer Mi taxi, Dios mío, mi pobre auto.

Parturienta: Ay, ay, ay, ya no aguanto más

Chofer Hoy no es mi día de suerte, primero me encuentro con un hombre que está completamente desesperado y ahora, una loca, que en vez de irse a un hospital, quiere parir en mi taxi. Mi horóscopo me lo decía, que iba a ser un día donde encontraría nuevas amistades llenas de sorpresas. Sorpresas, maldiciones. No me tocó el loto, hoy tuve la suerte de ser el único estúpido que por querer ganar un par de dólares fáciles, se mete en este berenjenal. Lo tengo bien merecido

Albert  Señora, usted no cree que pudiera aguantarse unos minutos más, la ambulancia ya no debe tardar, seguro          que ya están por llegar

Parturienta: Otra contracción, ya viene, ya viene.

Chofer Ve, señora, ya se escucha la sirena, ojala y no sea  la policía

Albert  No, son los paramédicos, creo que nos  salvamos.

Parturienta: No aguanto, no aguanto más.

Doctor: Muy bien, desocupen el taxi, nosotros nos haremos cargo. Ah, por favor, despejen el área.

Albert  Vamos, vamos, circulen, circulen, no hay nada que ver, el show ya terminó

Chofer Obedezcan a la autoridad, caminen, caminen de una vez.

Albert  Dr. Cómo va eso, necesitan ayuda.

Doctor. Ya está, es una hermosa bebita, la situación está completamente controlada. Gracias

Albert  tuvimos una bebita, todo está bien

Chofer claro, como el taxi no es suyo, a usted eso, no le importa, a mí si y ahora perderé mi día de trabajo, encima, tendré que ir al taller para que lo limpien.

Albert  No se preocupe, yo lo acompañaré.

Chofer Y eso por qué.

Albert  Amigo, hoy me siento feliz, este accidente no fue casual, ver de tan cerca un nacimiento me ha enseñado que en esta vida, hay otros valores.

 

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