La ratonera
Agatha Christie, 1952
Traducción: Alberto Fuentes Pérez.
Obra de teatro, fragmento del comienzo.
Antes de alzarse el telón las luces bajan hasta apagarse del todo y se escucha la música de «Tres ratones ciegos».
(Al levantarse el telón, el escenario se halla sumido en total oscuridad. La música va
desvaneciéndose y en su lugar se escucha la misma melodía silbada estridentemente.
Se oye un grito de mujer y luego voces masculinas y femeninas que exclaman a un tiempo
«¡Dios mío! ¿Qué ha sido eso? ¡Fue por allí! ¡Oh, Dios mío!». Seguidamente
se oye un silbato de policía, luego varios silbatos, hasta que por fin se hace el
silencio.)
VOZ DE LA RADIO.—… y según Scotland Yard, el crimen se cometió en el número
veinticuatro de Culver Street, Paddington.
(La luz se enciende poco a poco y deja ver la sala de Monkswell Manor.
La tarde está avanzada y casi no hay luz. A través del ventanal se ve
nevar copiosamente. La chimenea está encendida. Apoyado en los
peldaños de la izquierda hay un rótulo recién pintado cuyas grandes
letras rezan: «CASA DE HUESPEDES DE MONKWELL MANOR».)
La víctima del asesinato era una tal mistress Maureen Lyon. En relación con el
asesinato, la policía está muy interesada en interrogar a un hombre que fue visto por
los alrededores y que llevaba abrigo oscuro, bufanda de color claro y un sombrero de
fieltro.
(Mollie Ralston entra por la derecha del escenario. Es una joven alta y
bonita, de expresión ingenua. Deja el bolso y los guantes sobre la butaca
del centro, se acerca al aparato de radio y lo desconecta mientras la voz
da la siguiente noticia. Deja un paquetito en el armario del escritorio.)
Advertimos a los automovilistas que el hielo cubre el firme de las carreteras. Se prevé
que seguirá nevando copiosamente y habrá heladas por todo el país, especialmente en
puntos de la costa norte y nordeste de Escocia.
MOLLIE (Llamando).— ¡Mistress Barlow! ¡Mistress Barlow! (Al no recibir contestación, se aproxima a la butaca, recoge el bolso y un guante y luego cruza el umbral de la derecha. Se quita el abrigo y vuelve a entrar.) ¡Brr! ¡Qué frío! (Se
acerca al interruptor de la derecha y enciende los apliques que hay sobre la
chimenea. Se dirige al radiador, lo toca con la mano y corre la cortina. Luego se
aproxima a la mesita del sofá y enciende la lámpara. Echa un vistazo a su alrededor
y ve el rótulo apoyado en los peldaños. Lo coge y lo deja apoyado en la pared a la
izquierda del ventanal. Retrocede unos pasos, asintiendo con la cabeza.) Ha quedado
muy bien… ¡Oh! (Se ha fijado en que falta la «S» de Monkswell.) ¡Ese tonto de
Giles! (Consulta su reloj de pulsera y luego mira el reloj de pared.) ¡Caramba!
(Mollie sale apresuradamente por la izquierda. Entra Giles por la puerta
de la derecha. Es un joven de unos treinta años, arrogante, pero
atractivo. Pisa fuerte para quitarse la nieve de los pies, abre el arca de
roble y deposita en su interior un voluminoso paquete que traía en la
mano. Se quita el abrigo, el sombrero y la bufanda, da unos pasos y los
arroja sobre un sillón. Luego se acerca a la chimenea y se calienta las
manos.)
GILES (Llamando).—¡Mollie! ¡Mollie! ¡Mollie! ¿Dónde estás?
(Mollie entra en la sala.)
MOLLIE (Alegremente).—¡Haciéndolo todo yo, so bruto! (Se aproxima a Giles.)
GILES.—¡Ah, estás aquí!… Déjame a mí. ¿Hay que echar carbón a la caldera?
MOLLIE.—Ya está.
GILES (Besándola).—Hola, querida. ¿Sabes que tienes la nariz fría?
MOLLIE.—Acabo de llegar. (Se acerca a la chimenea.)
GILES.—¿Ah, sí? ¿Adónde has ido? No irás a decirme que has salido con ese
tiempecito que hace.
MOLLIE.—Tuve que bajar al pueblo por algo que se me había olvidado. ¿Encontraste
la red para el gallinero?
GILES.—No había del tipo que buscaba. (Se sienta en el brazo izquierdo de la butaca.)
Fui a ver en otro lugar, pero tampoco hubo suerte. He perdido prácticamente todo el
día. ¡Dios mío, estoy casi helado! El coche patinaba que daba gusto. ¡Hay que ver
cómo nieva! ¿Qué te apuestas a que mañana estamos aislados por la nieve?
MOLLIE.—¡Ay! ¡Espero que no!
(Se acerca al radiador y lo toca con la mano.)
¡Si al menos no se hielan las cañerías…!
GILES (Levantándose y acercándose a Mollie).—Tendremos que vigilar que la
calefacción central no se apague. (Toca el radiador con la mano.) ¡Hum! No me
gusta demasiado. Ojalá vengan pronto los del carbón. No andamos sobrados.
MOLLIE (Yendo hasta el sofá y sentándose).—¡Oh! ¡Me gustaría tanto que todo
comenzase bien! Las primeras impresiones son tan importantes…
GILES (Acercándose al sofá por la derecha).—¿Está todo preparado? Supongo que
aún no habrá llegado nadie, ¿verdad?
MOLLIE.—No, gracias a Dios. Me parece que todo está en orden. Mistress Barlow se
largó temprano. Supongo que tendría miedo del frío.
GILES.—Estas asistentas son una lata. Ahora tú tendrás que apechugar con todo el
trabajo.
MOLLIE.—Y tú también. Recuerda que somos socios.
GILES (Acercándose a la chimenea).—Mientras no me hagas guisar…
MOLLIE (Levantándose).—No, no, la cocina es cosa mía. De todos modos, tenemos
muchas conservas por si nos quedamos aislados por la nieve. (Acercándose a Giles.)
¡Oh, Giles! ¿Crees que todo va a salir bien?
GILES.—¿Tienes miedo? ¿Te sabe mal no haber vendido la casa cuando tu tía te la
dejó, en vez de embarcarnos en esta locura de convertirla en casa de huéspedes?
MOLLIE.—No, no tengo miedo, y me encanta lo que hemos hecho. Y hablando de
casas de huéspedes, ¡mira eso! (Señala el rótulo con gesto acusador.)
GILES (Complacido).—Ha quedado bien, ¿eh? (Se acerca al rótulo.)
MOLLIE.—¡Es un desastre! ¿No lo ves? Te has dejado la «S». Has escrito «Monkwell»
en lugar de «Monkswell».
GILES.—¡Cielos, es verdad! No sé cómo pudo sucederme. Aunque la verdad es que no
tiene importancia, ¿no es así? «Monkwell» me parece bien.
MOLLIE.—Mereces un castigo. (Se acerca al escritorio.) Vete a cargar la caldera.
GILES.—¿Quieres que salga el patio con semejante frío? ¡Ay! ¿La dejo cargada para
toda la noche?
MOLLIE.—No, eso lo harás a las diez o las once de la noche.
GILES.—¡Qué horror!
MOLLIE.—Date prisa. Puede que llegue alguien de un momento a otro.
GILES.—¿Ya has distribuido las habitaciones?
MOLLIE.—Sí. (Se sienta delante del escritorio y coge un periódico que hay encima.)
Mistress Boyle tiene la de la cama de columnas, en la parte de delante. El mayor
Metcalf ocupará el cuarto azul. Miss Casewell, la habitación del este. Míster Wren, el
cuarto de roble.
GILES (Acercándose a la mesita que hay detrás del sofá).—Me pregunto cómo será
toda esta gente. ¿No te parece que deberíamos haberles cobrado el alquiler por
adelantado?
MOLLIE .—Oh, no, no lo creo.
GILES .—Este oficio es nuevo para nosotros.
MOLLIE .—Traerán equipaje. Si no nos pagan, nos quedaremos con el equipaje. Es
muy sencillo.
GILES .—Pienso que deberíamos haber hecho un curso de hostelería por
correspondencia. Estoy seguro de que algo nos va a salir mal. Puede que el equipaje
contenga solamente ladrillos envueltos en papel de periódico. ¿Qué haríamos
entonces?
MOLLIE .—Todas las cartas llegaron de buenos sitios.
GILES .—Eso es precisamente lo que hacen los criados que falsifican sus cartas de
referencia. Puede que alguno de los huéspedes sea un delincuente que quiera
ocultarse de la policía. (Se acerca al rótulo y lo coge.)
MOLLIE .—Me importa un bledo lo que sean mientras nos paguen siete guineas a la
semana.
GILES .—Eres una maravillosa mujer de negocios, Mollie. (Giles sale por la derecha llevándose el rótulo. Mollie pone la radio.)
VOZ EN LA RADIO.—Y según Scotland Yard, el crimen se cometió en el número
veinticuatro de Culver Street, Paddington. La victima del asesinato era una tal
mistress Maureen Lyon. En relación con el asesinato, la policía...
(Mollie se levanta y se acerca al sillón del centro.)
... está muy interesada en interrogar a un hombre que fue visto por los alrededores y
que llevaba abrigo oscuro...
(Mollie coge el abrigo de Giles.)
... bufanda de color claro...
(Mollie coge la bufanda de Giles.)
... y un sombrero de fieltro.
(Mollie coge el sombrero de Giles y sale de la estancia.)
Advertimos a los automovilistas que el hielo cubre el firme de las carreteras...
(Suena el timbre de la puerta.)
Se prevé que seguirá nevando copiosamente y habrá heladas por todo el país...
(Mollie entra en la sala, se acerca al escritorio, apaga la radio y sale
apresuradamente por la derecha.)
MOLLIE (En off).—Encantada de conocerle.
CHRISTOPHER (En off).—Muchas gracias.
(Christopher Wren entra por la derecha. Lleva una maleta que deposita
junto a la mesa grande. Se trata de un joven de aspecto un tanto
neurótico y alocado. Lleva el pelo largo y descuidado y una corbata de
punto que parece propia de un artista. Sus modales son confiados, casi
infantiles.)
Espantoso, este tiempo es sencillamente espantoso. El taxi me dejó ante la puerta del
jardín. (Da unos pasos y deja el sombrero en la mesita detrás del sofá.) No quiso
aventurarse a recorrer la calzada hasta la puerta de la casa. ¡Qué falta de espíritu
deportivo! (Se acerca a Mollie.) ¿Usted es mistress Ralston? ¡Estupendo! Me llamo
Wren.
MOLLIE .—Encantada de conocerle, míster Wren.
CHRISTOPHER .—¿Sabe que no se parece usted nada a como me la había figurado? Me
la imaginaba como la viuda de un general retirado, del ejército de la India. Me decía
que sería usted una señora muy seria, toda una memsahib, y que la casa estaría llena
de objetos de latón de Benarés. Y en vez de ello, me encuentro con un paraíso (Pasa
por delante del sofá y se aproxima a la mesita de detrás.)... todo un paraíso. Muy
bien proporcionado. (Señala el escritorio.) ¡Ésa es de imitación! (Señala la mesita del
sofá.) ¡Ah, pero esta otra mesa es auténtica! Me voy a sentir a gusto aquí,
sencillamente a gusto. (Se acerca a la butaca del centro.) ¿Tiene usted flores
artificiales o aves del paraíso?
MOLLIE .—Me temo que no.
(Fragmento)
En Estudiargratis.net hay muchas secciones, algunas de estas:
Sociales