Leer la novela online: El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.
Autor Javier R. Cinacchi
Es la página 33 del libro.
El río está tranquilo, las pequeñas olas del agua mojan suavemente a la multitud de piedras de todos los tamaños y formas que cubren la orilla. Y podría decirse, que los jóvenes amigos, están entretenidos pasándola muy bien, disfrutando del momento en compañía.
Pero Marcos continua un poco serio y callado. Piensan, quizás está un poco tímido. Porque en un momento Mónica le agarró su brazo y se abrazó con él; además lo miraba mucho fijo a los ojos, aunque no hablara. Se la veía muy contenta ahora.
Continúan así hasta que Mateos interrumpe con la idea de integrar al grupo a otro extraño que anduviera por ahí. Él no había incorporado a nadie, y no deseaba ser menos. Lo mismo haría Sonia.
Deciden entonces, que todos tenían que reclutar a alguien hasta ser veinte. ¿Por qué veinte? Porque se le había ocurrido ese número a Carla. También deciden, el que traiga a uno nuevo, deberá ponerlo al tanto sobre el grupo de amigos. Luego, se reunirían la próxima vez, para un comienzo formal, estando el grupo completo.
Mateos observa a un joven que se encontraba leyendo, un libro santo y religioso del numeroso grupo de los cristianos. Este grupo remonta sus raíces a la nación de Israel, luego el pueblo judío; pero los judíos no aceptaron al Cristo de los cristianos. Este libro está escrito por distintos autores muy destacados -guías espirituales únicos que soportaron grandes cargas, irrepetibles-. En un largo periodo de 1500 años, y por el cual muchos han dado su vida para conservarlo, o prefirieron morir antes de negar lo que expresa.
Le dice Mateo a los otros, antes de ir a su encuentro.
—Ese me parece un chico tranquilo, está sólo ahí leyendo la Biblia… Voy a ir a hablar con él. Si me habla de la Biblia y no me deja de hablar de lo mismo, notando no le interesa nada de lo que le diga, no le digo nada. Si hablamos de lo que sea, y veo le interesa hablar de todo, sí lo invito —y fue a su encuentro ante la mirada de los otros, quienes no dijeron, ni “sí”, ni “no”; lo cual significaba un “bueno…” o “hacé lo que quieras”. Salvo Carla que le dijo un claro “Dale, excelente”.
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