Es la página 48 del libro.
—¿Viste que calor hace de repente? Vamos a la sombra. ¿Sí? Me parece con tanto calor no me siento muy bien —dice Mónica mirando a Marcos, y hacia donde él miraba. Sintiéndose un poco incomoda porque no dejaba de mirar hacia arriba su novio; en ese momento no le estaba prestando atención, y sentía insoportable calor.
Es de notar que solo quedaron ellos ahí parados, pues la gente, se alejó quejándose del tiempo, ya sin importarles que miraban.
—¡Vámonos! —dice Marcos.
Sumergiéndose en un profundo silencio, caminan rápidamente. Marcos, apurando a Mónica. Están tomados de la mano, y él no dejando de mirar hacia el suelo mientras avanzan. Se comporta de forma extraña como cuando piensa en cosas raras, intentando buscar respuestas de algo inentendible. La única respuesta que obtiene es la ausencia de ideas. Mónica ya va conociendo las peculiaridades de su novio.
Minutos más tarde, luego de no responderle a dos comentarios que su novia le realizó, Marcos comienza de repente a contarle, algo muy extraño; y que resultaba ser su aparente realidad, que para cualquiera sonaría a locura.
—Vi a alguien volando y se acercaba a nosotros en una especie de ave de fuego. Ambos eran como de fuego, de fuego amarillo claro, como del color del sol ¡Te juro por lo que más quieras, vi eso!
Le comenta caminando de vuelta hacia su casa, rápido y mirando hacia atrás y arriba en ese instante.
—¿Por qué no vamos de Carla así terminamos con esto de los veinte y nos quedamos en diecinueve? —dice Mónica, cambiando de tema.
—Me parece excelente, vamos a mi casa, la llamamos de ahí, y de paso me mojo la cabeza con agua fría un rato… y comienzo a dormir más.
Mónica ríe y le responde.
—Mejor no le digas a nadie lo de los pajaritos de fuego amor.
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