"Mi creencia es que en la vida la gente te toma según te valores" Anthony Trollope.
Leer la novela online: El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.
Autor Javier R. Cinacchi
Es la página 76 del libro.
—Lo más extraño que me ocurrió fue en un momento en el cual me tropecé —les relataba Flavia, asegurándose no la escuchara alguien además de sus amigos, por temor a lo que pensarán—. Para mi sorpresa, me caí sin tocar el piso. Contra las leyes físicas, quedé inclinada tan sólo rosando con un pie el suelo. Sorprendida, casi flotando en el aire por unos segundos. Luego, cuando me sacaba el anillo, este por las noches también flotaba, y una vez no lo podía agarrar porqué me esquivaba. No saben el susto que me di, no sabía qué hacer.
Marcos de vez en cuando mira al cielo. No le sorprende tanto como antes lo que ve. Comienza incluso a encontrarle belleza; en este caso, a las dos aves como de fuego amarillo muy claro, con sus respectivos jinetes sobre ellos. Sus alas extendidas las movían muy lentamente, con ellas los cubren a todos. También le pareció de ser él quien menos siente el calor. Mientras tanto, Flavia continua diciendo.
—Fui a mi médico y le pedí me realizara un estudio clínico completo, aunque estándar; diciéndole que tenia ganas de hacerme un chequeo general, rápido, por causa de un sueño que tuve. Me salió todo bien… Incluso de la cabeza.
Carla contó sus teorías sicoanalíticas, manifestando que indudablemente no eran efectos sicológicos los que ocurrían. Carmen la única que no se puso un anillo, no le había pasado nada fuera de lo común, salvo los sueños que tuvo toda su vida, según ella afirmó.
Marcos habló de como hace días comenzó a ver Los pájaros de fuego con jinetes. Dijo incluso que en ese momento estaba viendo a dos sobre ellos. Añadió como anécdota el relato de no haberse quemado, cuando se derramó agua muy caliente en la mano.
—Me había preparado el mate —dice Marcos—, y como siempre comprobé que el agua estuviera a punto; derramando apenas un chorrito sobre mi dedo, en la pileta. Resulta que la sentía tibia pese a que estaba seguro, ya estaba. Probé dos veces y a la tercera el agua comenzó a hervir, no quise probar mucho pero la seguía sintiendo tan solo tibia incluso hirviendo. Volqué un poco de agua re caliente en mi mano, y no me pasó nada. No me quemó para nada, ni siquiera se me puso un poco rojo. Pasé mi mano sobre el fuego de la cocina, y nada. Obvio, no tomé el mate así. Incluso lo tomo menos al mate porque siempre me resulta tibio y no caliente. Creo voy a tener que acostumbrarme… Al mate yo no lo dejo ni tibio, ni que fuera extranjero.
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