"Un fracasado es un hombre que ha cometido un error y no es capaz de convertirlo en experiencia." Elbert Hubbard
Frases para mirar en el celular.
Leer la novela online: El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.
Autor Javier R. Cinacchi
Es la página 63 del libro.
—Miren lo coloco sobre ésta silla. No sabemos que hay dentro. Si alguien sabe verdaderamente, que lo diga y listo. —Dice interrumpiendo Juan; corriendo la silla en la cual estaba sentado, ubicandola en el medio de todos, y quedándose él parado. Añade—: Si nadie lo abre, le cuento todo a mi papá para que lo investigue como algo de él y muy discretamente…
—¿Y si está llena esa caja de anillos de oro? —insiste Carla...
De esta forma por una cajita fue interrumpida la presentación de cada uno, y todos comenzaron a mirarla, tocarla, olerla, moverla. Luego comenzaron a hacer chistes y burlarse sobre lo que podría tener dentro. En un momento a Cristian, un chico de pelo un poco desprolijo y ondulado, se le cae al suelo. Se excusa:
—Vamos progresando, algo que explote o se rompa fácil parece ser no es. Qué bueno —y sonríe para disimular la culpa con lo gracioso.
Transcurrió más de una hora. Es extraño lo rápido del trascurrir el tiempo cuando se está entretenido con algo, aunque esto sea descubrir el contenido de una pequeña caja.
Flavia, tiene ganas de continuar con lo que habían organizado junto con los demás. Considera cuánto se han demorado y aún no se han presentado todos. Ni siquiera se ha hablado formalmente del grupo y sus reglas. Aunque todo hasta ahora es divertido, considera no hay que olvidarse de esos detalles importantes. Decidida comenta:
—Voy a sacarle el papel que lo envuelve con cuidado.
Está realizando esta tarea muy concentrada, cuando Sonia le grita un infaltable “¡Buuu!”. Lo hace tocándole rápidamente casi como un pellizco las últimas costillas, a lo cual Flavia grita y tira la cajita hacia el techo, por poco rompiendo una luz. Comienza a caer he intentan agarrarla: Marcos, Mónica, Juan, Ceci, y Tomás, quienes sólo logran entorpecerse mutuamente y luego de rosar algunas manos, golpea contra el piso provocando un sonido opaco.
—¡Uhhh! —se escuchó al unísono.
David lo levanta. Comienza a quitarle el ya dañado envoltorio. No sin tener que hacer un poco de fuerza con los dedos al apartarlo. Deja al descubierto una cajita. Del mismo color al del envoltorio.
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