Leer la novela online: Novela "EL Grupo de los Diecinueve Jóvenes 2" Separados en Esferas Lejanas.

Es la página 69 de la novela.
Juan, quien puede manejar artefactos afectándolos con la mente, y hacer pequeñas descargas eléctricas, mover pequeñas cosas, y semejantes. Flavia quien afecta al viento, puede flotar y hacer flotar. Sabrina, quien hasta ahora no sabe si tiene alguna habilidad especial. Cecilia quien mediante pequeños rayos traslúcidos puede, según ella, transformar en humo, agua, o polvo. Llegan a un lejano mundo con pocas cosas de su equipaje original.

Los cuatro del grupo de los diecinueve jóvenes, llegan al atravesar la puerta a un universo distante, que luego se enterarían es inmenso y lleno de misterios. Su estadía comienza en una gran habitación, llena de oscuridad, y de gruesas columnas con lo que parecen grabados de plantas en ellas. Quizás es un antiguo templo o palacio. Poco iluminado, únicamente lo está por la luz de la puerta, y la que emanan de siete piedras de forma de cubo, ubicadas sobre un pequeño sobresaliente de las columnas más cercanas a la puerta. La puerta, se encuentra rodeada de un destruido fino muro. El lugar parece abandonado hace cientos o miles de años.

El techo no llega a verse, al mirar allí se observa oscuridad, e igualmente al buscar con la mirada el fin de tal recinto. No saben si es infinito o diminuto, pero da la sensación de ser inmenso.

Flavia es la primera que atraviesa tal puerta. En vez de caer queda flotando. A los minutos es cuando pasa su primer amigo Juan. Flavia se da cuenta también puede hacer flotar a los demás. Si bien suponía podía, no lo había practicado hasta ese momento en que lo hizo con Juan para detenerlo de su caída.



Es la página 70 de la novela.
Juan al atravesar la puerta, queda suspendido en el aire, intenta moverse, entender qué pasa, ve a Flavia pero no sabe qué pensar, escucha la risa de Flavia que lo mira, quien le dice al colocarlo en pie al minuto de tenerlo flotando, mientras disfrutaba la confusión de Juan, quién intentó en un momento nadar:

—Disculpa Juan, pero no aguanté la tentación, al ver la cara de susto y perplejidad que tenías, jaja ¿cómo se te ocurrió ponerte a nadar en el aire? Jaja... Discúlpame.

Juan conteniendo su fastidio responde:

—Descuida, pero no lo vuelvas a hacer. Que no entendía que pasaba —y ríe por tratar de no ser brusco en su respuesta—.

Se sientan en las ruinas del fino muro que envuelven a la puerta. Tal vez en algún tiempo la ocultaba, ya que no se ve apertura.

Llegan también Cecilia y Sabrina. Hablan media hora entre los cuatro. Y resalto el diálogo que comienza Cecilia diciendo:

—Es extraño, pero en este lugar, siento como si no sintiera emoción alguna, que pensándolo bien, sé me aterraría. ¿Les pasa lo mismo verdad?

A lo cual les responden con una sincera afirmación, explicando que ni bien llegaron se sentían normales, pero ahora cada vez más raros. No se deciden a hacer algo, pero a la hora comienzan los cuatro a sentir una incomodidad en su alma: Inquietud.

Sus diálogos son interrumpidos por una voz, que proviene de un sector de la oscuridad que los envuelve. Los sobresalta.

—¡Lamento interrumpirlos! Pero me he enterado de que han soportado bien las primeras batallas contra el olvido. No teman solo quiero hablar, aunque luego les demostraré que en batalla puedo ganarles.

(Juan al escucharlo se había tirado cuerpo a tierra.)

—¿Eres —le pregunta Juan—, un señor del olvido?

—Sí, pero ese nombre que nos dan algunos es poco acertado. Y quiero aclararles algo: Nunca quisimos hacerles daño.

—Muéstrate —dice Juan poniéndose de pie—