El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.

Es la página 155 del libro.
—David ¡Hombre con la fuerza de la paz! Poseedor de una virtud, más valiosa que cualquier arma. Los guardianes de las puertas somos aunque pocos, una multitud. Sólo muere uno de nosotros, si es vencido por alguien o por viejo, al no desear ser más guardián de las puertas, siendo esto último muy pocas veces dado y algo complicado. En su caso, si atraviesan una puerta cada quince años aproximadamente (aunque sea la misma) sus cuerpos se regenerarán y no envejecerán. —Añade, ahora mirando a Abbila—: Abbila, en poco, no dudo usted también será guardiana, intentaremos así sea. No obstante, debo pedirle a usted y a los presentes; como sabe, nos dejen solos. Debo hablarles secretos a estos nuevos. Como siempre, les estamos muy agradecidos a su esfera y pueden contar con nosotros.

Hasta luego —Saludó Abbila y añadió contenta:— Aguardo ansiosa su aviso Sueñosreales, estoy muy feliz.

Se saludaron, y muy alegres por el encuentro, los de túnicas blancas, saludaron al grupo nuevamente, y al Señor Sueñosreales con una reverencia, para a paso ligero marcharse.

—¡Novatos! —Dice Sueñosreales— Es tarde ya. No ignoro de las tantas preguntas que rondan en sus cabezas; es más, les digo por si no se han dado cuenta, cuando quiero escucho sus pensamientos. Les daré respuestas mañana, tuve antes de estar aquí, un trabajo extra que no deseaba y no muy grato para mí. Iré a descansar, además siento su deseo de hablar entre ustedes. En este mundo, como ocurre en pocos, los guardianes estamos totalmente en paz. No se alejen y siéntanse en libertad, estaré en profundo sueño. Hasta mañana...

Se escucha un “Hasta mañana” proveniente del Grupo de los Diecinueve Jóvenes y entrando en una cabaña Sueñosreales añade dirigiéndoles una rápida mirada:

—Una noche aquí son unas dieciséis horas de vuestros relojes, nos vemos entonces… ¡Pienso aprovecharlas!

Al poco tiempo el grupo estaba disfrutando de haber llegado a buen fin, habiendo sido recibidos amablemente y charlando de todo lo nuevo y asombroso. Marcos, además totalmente feliz de su espada ¡forjada en lejano mundo! La observa de vez en cuando haciendo reflejar la luz de las lunas en su rostro, además el anillo, y el nombramiento...

Es la página 156 del libro.
En la aldea había todo lo necesario y se sentían cómodos. El cielo se tornó repleto de estrellas, el infinito se observa violeta oscuro.

—Marcos ¿Por qué esa pasión por todo lo referente a castillos, reyes y caballeros? —Le pregunta Estefanía a Marcos en un momento de silencio, a lo cual más de uno se acerca por la curiosidad.

—En realidad es un gusto por la época feudal —dice Marcos—, pues la de los samuráis u otras, para nuestra cultura no es tan afín. Me apasiona el honor, y en los castillos veo un cúmulo de virtudes reunidas en esas fortalezas que perduran por los siglos.

—¡Che! oigan esto ¡Vengan! —grita Juan que escuchó.

Marcos repitió nuevamente sus palabras a lo cual se motivaron a pensar.

—¿Honor no es algo orgulloso? —pregunta Sonia (no de buena manera).

Marcos, se pone tranquilamente en pie, con sus ojos fijos en ella, intenta forjar una respuesta no agresiva sin lograr crearla en su mente.

—Je, je —Mateos ríe e interrumpe, cruzándose entre la mirada de Marcos, añade:— Permíteme contestar, antes que pierdas tu honor por enojo.

—¿Pero qué hice, están locos? —dice Sonia.

—Sonia… —dice Mateos— No hiciste nada, es sólo un problema de comunicación… Y… honor y orgullo nada tienen que ver. Llamar orgulloso a alguien que busca el honor es algo parecido a llamar ladrón a alguien que ama la justicia; o llamar débil a un cristiano que vence vicios y ama hasta la muerte; o llamar a un poeta insensible; o llamarte a ti maltratadora de animales; o a Carla decirle no cuida la naturaleza es decir, nada que ver…

—Perdón, Marcos no sabía lo que decía. Me enojaría mucho si me dicen que no quiero a los animalitos o les hago daño.

—Todo bien. —Murmura Marcos sin mirarla.

Comenzaron así, los que tenían algún concepto formado sobre el honor, a manifestar su opinión desde su punto de vista:

—En mi caso —dice David—. Todo honor se lo doy a Dios, pero eso no quiere decir que no actúe con honra. Es que por ser cristiano, al creer en Dios, le doy gracias por su ayuda y no busco gloria propia. Sin Dios nada bueno puedo hacer, y creo que nada bueno tengo sin su ayuda, sin Él, amigos, estoy perdido.