"La duda es uno de los nombres de la inteligencia." Jorge Luis Borges
El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.
Autor Javier R. Cinacchi
Es la página 126 del libro.
El misterioso castillo no aparece, acampan al llegar la noche.
Juan estaba armando nuevamente las carpas cuando Cristian comienza a mirar lentamente y muy atento a su alrededor. Su comportamiento se prolonga, aún incluso luego de que todos comienzan a comer sin él, sentados al lado, respetando su silencio aunque murmurando de él.
—Loco… ¿Estás bien? ¿Ves algo raro? —Le Dice Pablo. Al no recibir respuesta de Cristian quien hace más de quince minutos se encuentra mirando fijo hacia una misma dirección. Le toca con el dedo varias veces su hombro añadiendo—: ¿Te vas a quedar sin palabras mirando a la nada toda la noche? Ya nos preocupa un poco.
Cristian lentamente mueve la cabeza, mira a Pablo. Dice:
—No entiendo.
Y sin más, se sienta a comer con los otros en silencio, como si nada hubiera pasado.
—¿No vas a explicar qué no entiendes, y tu comportamiento extraño? —dice Verónica.
—Bueno… Lo que pasa… Es eso: No sé —dice Cristian.
—A bueno… —dice Juan en tono burlón.
—¿No sabés qué? Viste algo raro ¿Sí o no? —pregunta Marcos.
—La luz mala —afirma Cristian. Añade, ante algunas expresiones de miedo y asombro:— Estaba concentrado esperando desaparezca, pero al final, no supe si lo visto tenía vida o no. Además, sinceramente me cautivó, en medio de la oscuridad ver su luz emergiendo de la nada.
—¿Sigue ahí? —pregunta Estefanía.
—¿Querés que se quede otra hora mirando? —le contesta Pablo.
Cristian ríe y dice:
—Supongo, debe estar aún allí. En un momento además hubo también otras, pero de forma muy rápida incluso me pareció se movían...
—Olvídenlo, debe ser alguna acumulación de gases. Dicen es eso… —Comenta Marcos.
Repentinamente un relámpago golpea muy cerca, sobresaltando.
Es la página 127 del libro.
—¡Qué hacés animal! —le grita Juan a Nicolás.
—¡Yo no fui! —dice Nicolás.
Descargas eléctricas en forma de rayos comienzan a impactar, a lo lejos y cerca, golpeando contra árboles y arbustos.
—¡Todos al piso, no corran! —grita Nicolás.
Comienzan a erizarse los pelos, Ceci está a punto de salir corriendo a donde sea. Marcos apaga un fuego con sólo mirarlo de una carpa donde impacta un rayo. Nicolás, mira a su alrededor y busca algo en su mochila, comienzan a sentirse todos mal, un poco mareados. Se para y en cuanto lo hace, un rayo casi lo toca pudiendo apenas desviarlo a un tronco, donde comienzan a impactar de forma enceguecedora un relámpago tras otro.
Un ave de fuego desciende donde están ellos (en un claro), es sólo vista por Marcos aunque todos comienzan a sentir gran calor. Marcos ve por primera vez bien al jinete, siempre monta un ave; nota, está unido a ella viéndosele al jinete tan sólo la mitad de las piernas. Mónica se da cuenta que nada puede hacer ella, y los rayos siguen y siguen impactando en el mismo lugar donde los dirige Nicolás.
En algunas partes se observan resplandescencias de la cantidad de chispas. Al fin, las descargas eléctricas menguan.
—Veo un ave de fuego que se aleja—. Dice Marcos.
—Y yo veo a la luz mala—. Dice Ceci.
La miran a ella, miran luego donde observa: detrás del único en pie en ese instante, a Nicolás (con todos los pelos de su cabeza electrizados). Éste se da vuelta y cae del susto al ver una bola de luz flotando, lentamente acercándoseles.
Ceci se pone en pie y comienza a señalar con las palmas de sus manos a la luz mala, una luz mala distinta a lo que antes había visto Cristian; posee algunas tonalidades entre su transparencia y luz, además claramente se mueve, la vegetación bajo ella parece sentir su peso. Comienzan a emerger de Ceci pequeños rayos traslucidos naranjas. Impactan con la luz mala. Esto le da una visión más aterradora ya que cambia de color, se hace más opaca, y algunos pequeños rayos comienzan a extenderse un poco de ella.
—¿Qué hiciste? —Pregunta Marcos.
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