El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.

Es la página 134 del libro.
Están haciendo considerable desorden hasta que Juan, Pablo, Miguel y Mateos se ponen de acuerdo para empujar haciendo palanca (Mateos descarta la posibilidad de que atrás haya agua acumulada). Nada ocurre. Salvo que Pablo rompe la punta de una espada, indudablemente muy valiosa, una espada ancha de doble filo.

—Se me ocurre… —Dice Mateos— Podría intentar formar vapor de agua, una niebla, y llevarla entre la piedra, tal vez resbale más… No, no… Ya sé, Marcos la calienta, y luego la mojamos de esa forma tal vez afloje.

Se intenta hacer eso, Marcos comienza a calentar la piedra, esta cruje, en un momento le pasa a Mónica su collar, que por ese entonces tenía en la mano. Al calentarse se escucha una explosión que sobresalta al grupo, y una pequeña parte de un borde se desprende con gran fuerza. Queda detenido por Mónica antes que impacte contra alguien. Por la escalera Mateos hace descender niebla muy molesta, que se condensa en agua. Se nota, el agua acumulada se escurre al final de la escalera, por pequeños orificios. No obstante, logra, dirigir una especie de nube cargada de agua a la piedra recalentada, la cual comienza a enfriarse no muy rápidamente. Agarrando unas espadas, no se rompió esta vez ninguna al hacer palanca, la puerta de piedra comienza a ceder. Moverla parcialmente para poder pasar, llevó horas, descansando de a ratos, quedando exhaustos. De vez en cuando se repitió el proceso de calentar / enfriar con condensación de agua, mientras algún desprendimiento de piedra era bloqueado por Mónica antes que impactara en alguien.

Movida la puerta de piedra, al poder observar a los costados de esta, se ve un gran salón esculpido en roca, bañado aparentemente en oro las paredes, y rodeado de cuadros en hilera. Uno a uno asombrados por el descubrimiento, fueron ingresando. Allí dentro, la luz del collar es tan intensa que comienza a molestar.

En el medio del salón hay algo parecido a una puerta. Ésta está formada por luminosidad blanca, que ilumina el salón. No da una luminosidad intensa, es como si fuera vidrio irregular, emisor de luz totalmente homogéneo, sin picaporte y su parte superior en curva.

—¡La primer puerta! —Dice Ceci al verla.

—Sí, ahí está la puerta que no sabemos a dónde lleva, ni cómo abrirla —comenta Marcos.

Es la página 135 y 136 del libro.
Comenzando a caminar en circulo mirando los cuadros; éstos en sus diseños representan muerte y desolación. En ellos se observan: huesos, plantas secas, terrenos vacíos y más representaciones incluyendo a cruces de varios colores tachando a la puerta.

Marcos agarra una moneda de oro del pasillo de los tesoros, y la arroja a la puerta, la moneda la atraviesa como si esta fuera de agua pero sin inmutarse la puerta. La moneda desaparece como si se hubiera trasportado a otro lugar o destruido.

—¡Atemos algo a la soga y arrojémoslo! —dice Juan.

Al hacerlo, la soga avanza pero en cuanto intentan recogerla, al tirar para que vuelva, instantáneamente esta se corta con un corte perfecto. Llama mucho la atención este detalle.

—Yo no paso por ahí —dice Sabrina.

—Yo sí, esperen a que venga —dice Marcos, quién estaba más cerca de tal “puerta”.

Mónica esta apunto de agarrarle de un brazo cuando Mateos se tira contra ella, intentando no pueda hacer esto.

—¿Querés cortarlo como pasó con la soga? —pregunta alterado Mateos.

Pasa una hora y hay impaciencia por Marcos, Mónica llorando. Pasan dos horas y en silencio hay un ir y venir por el pasillo de los tesoros, a la cámara de la primer puerta, lamentándose, y distrayéndose algunos viendo algún tesoro que estuviera cerca del camino intentando vencer el natural sueño. Transcurren tres horas y hay que atar a Mónica pidiéndole mil disculpas, diciéndole es por su bien, pues ha intentado dos veces abalanzarse a la puerta.

—¡Quiero ir con él! ¡Quiero ir con él! —gritaba Mónica reiteradas veces llorando, pese a esto no utiliza su habilidad para pelear.

—No mirá… No es conveniente… No te preocupes, en cualquier momento regresa… —Le decía Carla.

A la cuarta hora todos hablan despacio unos con otros, estando muchos casi durmiéndose pese a estar muy preocupados. Y aunque no se decía estaba la pregunta en los corazones de si Marcos estaría vivo.

—¿Estará envuelto en una paz tan grande que no puede reaccionar para volver? —preguntó David, convirtiéndose en el candidato más próximo para atravesarla, si es que alguien más lo haría, por ser el que más resiste una inmensa paz.

—¡Marcos! —Grita Juan con bronca, y arroja un jarrón de oro a la puerta el cual desaparece.

Comienzan a pasar horas, hasta que el sueño vence en el pasillo de los tesoros. Pues cerca de la puerta se teme, alguien la atraviese. Pasó un día con idas y venidas más lamentaciones. Cuando repentinamente, David avanza y atraviesa la puerta.

—A bueno… ¡Lo que faltaba! —Dice Juan.

—Está bien lo que hizo —dice Mateos, añade:— Pero nadie más pasará si no vuelve alguno. No sea que desaparezcamos todos, o regresen y no encuentren a nadie que reciba. Además él puede pelear sin dañar a nadie.