"La esperanza es el sueño del hombre despierto." Aristoteles
El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.
Autor Javier R. Cinacchi
Es la página 108 del libro.
Juan suspira profundamente y su coche se abalanza a golpear al Señor del olvido. Este, vuelve cenizas al auto.
Pocos segundos podrá aguantar Mónica, antes de caer agotada, y todos sean consumidos.
Cristian siente va a decir sus últimos versos. Intentando prolongar el tiempo, con tono grave y voz clara; busca dar fuerza a los jóvenes.
Resistencia ¡Fuerza! Mónica.
Potencia ¡Fuerza! Marcos.
En los minutos de gloria.
Crea Juan en astucia.
Carla y Sonia, luchadoras.
El Señor del olvido caerá
ante el grupo en derrota.
Marcos se siente estremecer y más fuerte, el fuego parece mezclarse opuesto al rayo que los ataca, como alimentándose de éste, hace más y más calor. Pese a esto Marcos suma la bola de fuego intentando concentrar todas sus fuerzas. Del intenso calor se desploman al suelo todos menos Marcos. Mateos recuerda el estanque con agua, y desea con toda su alma que aquella agua los envuelva. Vapor sale del estanque, los alcanza como nube fresca, Mientras tanto el Señor del Olvido persiste en su ataque. Mónica intenta no sean consumidos. Una lágrima cae por su mejilla y murmura:
—Perdonen…
Marcos también cae, pero no derrotado, con sus rodillas tocando la tierra, intenta con todas sus fuerzas, hacer su último esfuerzo. Empuja su muro de fuego hacia afuera. Sólo comienza a ver fuego delante de él. Mónica se desmaya, y todos sus amigos ya se encuentran sin moverse en la tierra. Les dirige una mirada, al verlos caídos a estos, intenta mantener con gran esfuerzo, que el fuego no se acerque más. Intenta, intenta… y lo peor ahora es el calor sofocante, piensa: “¿Qué he hecho?” “¿Morirían por mi culpa?” Aleja su mirada de sus compañeros por temor de que ya hayan muerto, cierra los ojos e intenta alejar el fuego concentrado únicamente en este, aunque le cueste su ultima respiración.
Es la página 109 del libro.
Comienza a perder consciencia de lo que ocurre a su alrededor, el cansancio invade unido al temor. Sintiendo alejarse sus sentidos… Ya sin fuerzas, cae desmayado. Siempre recordaría lo último que le pasó por la mente: “¿Este es el final?”.
A los minutos comienza a incorporarse Marcos, el que más resiste al fuego. Por un reflejo interno lo primero que busca es ponerse en pie, luego mira.
Ve a sus amigos tendidos en la tierra; Mónica le da la sensación, lo último que intentó fue tocarlo, acercar su mano a él; volando sobre ellos hay un ave de fuego. A Marcos le retumba el corazón en su pecho pareciéndole que quiere gritarle… Alrededor de ellos la vegetación está como quemada, aunque no totalmente en algunas partes. Se veía como si una bola de fuego se hubiera movido de forma recta, unos veinte metros quemando a su paso en línea recta.
Hay un poco de humo en toda la zona. Esta vez para mirar mejor, Marcos no hace fuego; en realidad preferiría no ver, y si es posible no estar allí, desaparecer de la existencia.
Se sienta en silencio en la penumbra, la angustia le oprime, es tan grande que le impide moverse y hasta llorar más allá de las lágrimas que se le caen por sentir ardor en los ojos. Se ha dado por vencido.
Y comienza a moverse Mónica. Intenta ponerse en pie, está viva. De apoco también están parándose y volviendo en sí cada uno de sus amigos. Están podría decirse: bien.
Del auto de Juan quedó en su lugar, unos trozos de goma, plástico y vidrios, sin rastros de metales. El coche de Cristian, al cual Juan en un instante lo había alejado como para que tomara más carrera… Pero no llegó a hacer nada, estaba intacto, con algunas cenizas sobre él. Los árboles se observan dañados, en especial la parte hacia donde había estado parado el Señor del olvido. Allí sólo habían cenizas, sin vegetación.
Uno a uno se ayudan a ponerse en pie. Marcos llora como un niño y abraza a cada uno. Juan enciende un poco las luces del auto de Cristian.
Habían sido sorprendidos por un Señor del olvido y cuatro Aprendices del olvido. Estos últimos se habían convertido en perro-lobos, animales mitad perro y mitad lobo, del tamaño de una persona con grandes dientes y pelo negro brilloso, ágiles, fuertes pero en tal estado un poco menos inteligentes que una persona.
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