"El arte es un tipo de conocimiento superior a la experiencia." Aristoteles
El Grupo de los Diecinueve Jóvenes y la Primer Puerta.
Autor Javier R. Cinacchi
Es la página 106 del libro.
Otro perro-lobo logra, aunque magullado atravesar la vegetación, está en frente de Mateos, Cristian, y Mónica. Mateos grita:
—¡Acá!
Las piedras de fuego intentan golpear contra este perro-lobo, sólo una logra golpearle en el lomo, las otras las esquiva. Se abalanza sobre Mónica. Mónica, cruza sus brazos, aguardando los filosos colmillos los atraviesen y dañen, pero el perro-lobo rebota a medio metro de ella. Es entonces cuando Mónica descubre su habilidad. El perro-lobo es golpeado por las piedras de fuego, y comienza a alejarse.
Dañado queda su lomo con una herida en el hocico, y una marca en una de sus patas que cojea. En ese momento, una luz blanca azulada resplandece entre la vegetación, por donde intentaba escabullirse el perro-lobo.
—¡Noo! !Noo…! —Se la escucha decir a Carla aunque se encontraba a espaldas de tal resplandor.
Ramas y vegetación se vuelven cenizas, Carla lanza un grito de dolor, queda una amplia entrada. Aparece aquel que en un principio tanto había llamado la atención de Marcos cuando conoció a Mónica y Carla. El perro-lobo mal herido se refugia tras él. Las piedras de fuego estallan al intentar impactar contra aquel que los ataca, son alcanzadas por traslúcidos rayos levemente azulados y blancos.
Dos perros-lobo que aún intentaban atravesar los árboles que afecta Carla, dejan de intentarlo, el mal herido aúlla de forma estremecedora y se vuelve persona. Respira agitado tendido en la tierra con señales de heridas. Sonia apenas puede, intentando con todas sus fuerzas dominar al perro-lobo con el cual inmóviles ambos, cual estatuas, fijos se miran. El extraño habla.
—Es posible que puedan frenar a estos cuatro nuevos aprendices. —Sonia se desconcentra, el perro-lobo huye, el extraño continúa:— Pero les aseguro, ustedes, siete novatos, no podrán contra mí, aunque estuviera solo. Les doy dos opciones: denme los anillos para que los deshaga y sean olvidados, les perdonaré la vida si me entregan luego también los de sus amigos. ¡O serán cenizas!
Es la página 107 del libro.
Cristian responde:
El señor que busca el olvido,
nos pide nuestros anillos,
no tendrá aquello que busca,
y su orgullo será abatido.
—¡Ni lo sueñen! —dice quien los atacaba, un Señor del olvido.
En ese instante los perro-lobos que quedaban comienzan a alejarse, uno se vuelve persona y ayuda al caído. Murciélagos movidos por Sonia se acercan para atacar al Señor del olvido quien está avanzando, caen hechos cenizas, los van golpeando traslúcidos rayos provocados por él. El Señor del olvido ríe por los murciélagos. Estando distraído por ello, una gruesa rama con toda su fuerza lo golpea. Cae a unos metros. Lanza un grito de furia que hiela la sangre, retorciéndose mientras se levanta dice gritando furioso:
—¡Los consumiré a todos! ¡Tontos!
Comienza a formar un inmenso óvalo de luz blanca azulada, lo envuelve de pies a cabeza. Marcos intenta hacer una bola de fuego grande sobre ellos y tan sólo logra una de apenas un poco más del tamaño de una pelota de fútbol. Aquel Señor del olvido ríe, grita, y un rayo de luz, de igual color a lo que lo envuelve se lanza a la búsqueda de golpear a los siete integrantes del Grupo de los Diecinueve Jóvenes; para convertirlos, junto a sus anillos en cenizas.
Fue tan rápido que Marcos ni llega a lanzar su pequeña bola de fuego que aún flota sobre sus cabezas. Mónica de alguna forma, puede apenas frenar aquel rayo que los intenta consumir, y este continúa persistente.
Con todas sus fuerzas Mónica intenta proteger, pero no tiene ni idea hasta dónde llega su fuerza... Marcos intenta también lo mismo, sumando una especie de muro de fuego por delante de la protección de Mónica. Marcos supuso, de tirarle la bola de fuego no serviría para nada, la esquivaría. Juan no puede moverla de aquí para allá si no es algo sólida.
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